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Dedicatoria

A todas aquellas mujeres que al no quedarse con nosotros hicieron este sue?o posible.

A todos aquellos que con su ignorancia nos siguen haciendo superiores.

A nuestras madres.

Y a nadie más.



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viernes, marzo 07, 2008



Los encuentros solitarios.


Se encontraron dos seres solitarios en un parque una mañana nublada de otoño, más húmedo y sombrío que de costumbre y se vieron durante largo rato. Después de dudarlo lo suficiente, fue él quien se acercó.

-Hola, ¿Puedo sentarme?
-Puedes- respondió ella como restándole importancia.
-Te he estado observando...- empezó a decir cuando ella lo interrumpió.
-Lo he notado, yo también te observaba.
-Supongo que no te importa mi nombre, porque bien podría estármelo inventando.
-Lo sé, ¿qué es lo que quieres entonces? -preguntó ella levantando por fin la mirada del libro que tenía en las manos.
-Quiero platicar.
-¿Eso es todo?- Dijo ella como incrédula de que un extraño se le acercara sólo para eso.
-Sí, eso es todo. Eres atractiva y todo, y por eso llamaste mi atención, pero en realidad me interesa platicar, platicar para conocerte y saber por qué estás aquí tan sola.
-Entonces no quieres sólo platicar, quieres saber algo de mí, y deseas conocerme, acaso podríamos platicar sin llegar a conocernos.
-Sí claro, pero eso lo hacen todos. -respondió él algo agobiado.
-¿Entonces a qué esperas? ¿A que platique yo contigo y te diga cómo soy sin acaso conocerte?
-Quiero que vos me conozcas.
-Eso esta bueno...
-Soy mucho más de lo que puedes ver, y sé que eres más que esa imagen que te montas de chica ruda, que se la pasa sola porque quiere, leyendo en los parques.
-Ah ¿si? ¿Y qué más sabes de mí o de las mujeres que leemos en los parques sabiondo?
-No lo sé, pero supongo que estás sola...
-¡Listillo!
-Dejáme terminar.
-Vale...
-Supongo que estas sola porque esperas a alguien, pero como no sabes lo que quieres terminas donde no quieres estar, y ahora te has alejado de todos los que creías no necesitar y te has quedado sola, en un país extraño y lejos de aquellos a los que ahora extrañas, entre aquellos a quienes aborrecías...
-Pero... ¿Quien te has creído? -alegó exaltada como si le hubiese leído el pensamiento, o le hubiere estado espiando desde hacía mucho.
-Sólo digo lo que creo, es obvio que no eres de por aquí, yo soy oriundo y te habría visto antes, como paso a diario por aquí y se me quedan siempre las caras, pues...
-Empezarás a presumirme que eres bueno con las caras pero no con los números, que no memorizas pero aprendes por asociación, ¿no? Blah.
-Pues sí, en efecto me pasa eso que dices, y no te presumo, te repito que quiero que me conozcas.
-¿Y qué si no quiero conocerte?-respondió de modo algo descortés intentando no prestarle demasiada atención al hombre que empezaba a intrigarla verdaderamente.
-Pues sé que querés, de lo contrario no me hubieses estado mirando hace casi media hora, y al acercarme yo, me habrías despachado al instante. Seguro estabas pensando cómo sería mi voz...
-Sí claro...
-Y ahora te haces la interesante como para que piense que los hombres como yo no te hacen la menor falta, que estas segura de lo que quieres y estas bien así, mientras por dentro sientes un cosquilleo que te calienta un poco la cara.
-Muy bien, suponiendo que tienes razón, ¿por qué habría de importarme que alguien como tú se me acerque?
-Pues porque tenés ganas de ser vos misma, pero de modo diferente de como eres con las amigas a las que acudes a las fiestas, donde tienes que fingir siempre un nuevo logro, donde ningún hombre se va de ti sin que hayan pasado la noche juntos, y vos seas la que lo ha despachado.
-O sea ¿que tengo pinta de se ese tipo de chicas? ¿Que van con las amigas de ronda por los antros incitando a los chicos para que las aborden y paguen los tragos?
-No pretendo insultarte si es lo que piensas, pero más o menos. Aunque no lo creas, y aunque lo dudes, te he visto en acción...
-¡¿Me has estado espiando?!-dijo ella, ahora sí molesta de verse vulnerada por momentos.
-Te repito que nunca olvido una cara, pero si vos así lo deseas, haré contigo una excepción.
-A ver, a ver, cuéntame entonces que es lo que según tú, yo estaba haciendo cuando me viste "en acción".
-Incitabas, te dabas a desear. Primero unos ligeros coqueteos y dejabas que el chico te abordara, más avanzada la noche, tocabas, pero no permitías que avanzara, a lo que él obviamente reaccionaba algo molesto y se apartaba de vos.
-Para no espiarme no perdiste mucho detalle, ¿cierto?
-Me llamaba la atención tu rostro extraño, tu cabello, más adelante el juego que iniciaste, el cómo terminó lo desconozco, pero puedo imaginarme.
-¿Y por eso te acercaste?, ¿Para eso querías conocerme o que te conociera, para filtrear conmigo? ¿Para ver hasta dónde llegabas?
-¿Cómo dices? -preguntó él extrañado pues desconocía el significado de esa palabra.
-Olvídalo...
-No es para nada lo que piensas, en realidad es todo lo contrario. Trabajo por las noches en el bar que hasta hace poco frecuentabas con esas "amigas" tuyas, pero supongo que se han marchado y por eso no has vuelto sola.
-En eso tienes razón, pero no es un asunto que daba importarte.
-Claro, como nada de lo que haces vos, ¿cierto?
-Exacto.
-Pude ver soledad en lo que hacías, y tristeza en tu mirada.
-Y... Has visto mi alma desconsolada, ¿cierto?
-Algo así, pero no eso exactamente. Todos somos así, todos tenemos encuentros solitarios con gente que nos rodea, pero no se interesa en lo más mínimo en lo que realmente somos, en nuestros sueños, en nuestras soledades o nuestros miedos.
-Pero tú eres diferente ¿verdad? Mira, para serte franca no sé para qué me dices todo esto, no me interesa saber lo que ya sé de lo que los demás no hacen por nosotros, que estamos solos y así habremos de quedarnos. Se ve que eres una buena persona, pero yo no.
-Eso decís ahora que otros te han convencido de que así es, porque te has hecho a la idea de que eres lo que los demás dicen, y no es así, créeme.
-Es lindo de tu parte pensar eso, pero no me conoces y realmente dudo que te agrade lo que aún no puedes ver de mí.
-¿Puedo invitarte algo? Hace frío, ¿tomas café?
-Si, mucho. Me refiero a que si tomo mucho café, si hace frío y sí, puedes invitarme algo.
-Bien, adelante hay un café capuchino estilo italiano que está bastante bueno, el servicio es algo deficiente, pero la mezcla es buena, y no llevamos mucha prisa ¿verdad?
-Pues no tanta, te sigo, deja guardo eso en mi bolso.

Caminaron unos cuantos pasos y cruzando una calle muy concurrida al dar vuelta a una esquina junto a una iglesia dieron con el lugar, un cafecito bastante colorido y acogedor.

-Aquí lo tenés. –dijo él sentándose y llamando al mesero con un ademán de quien es bien conocido.
-Gracias. –dijo ella al mesero mientras éste le colocaba la silla y le entregaba la carta.
-Nos trae dos capuchinos, un caramel macciato y un crema irlandesa por favor.-le dijo al mesero antes de que éste se marchara.-Deja la carta, no pierdas tiempo en buscar, esos dos que he pedido son lo que bien vale la pena de venir a este sitio, ya los probarás, y si no te agrada ninguno, pedís otro y pago el que quieras.
-Bueno, si tú lo dices, confiaré en tu buen gusto.

Tomaron el café y tras unos minutos de espera a que llegara la cuenta él intervino de pronto.

-Mi casa no está lejos de aquí, si no es molesta para vos la propuesta, te invito, quiero cocinarte algo, si tenés tiempo claro.
-Me lo he pasado muy bien con esta charla, y me encantaría probar algo de buena comida, ya que me lo ha pasado comiendo en expendios de comida rápida y ni con quien ir dentro de poco, pero debo hacer algunas cosas antes. En serio, no quiero que pienses que soy descortés pero esto no lo tenía planeado.
-No te apures, entiendo que vos tengas por hacer más cosas, mientras yo debo esperar hasta noche para acudir al trabajo, pero ya será para la próxima, sabés dónde trabajo, y podés ir a buscarme cuando gustes tomar un trago a cuenta de la casa y seguir charlando un poco.
-Te agradezco mucho el café, la charla y la invitación. Aunque quiero pedirte una disculpa por haberme portado tan renuente al inicio, en verdad lo he disfrutado mucho esta mañana y me gustaría tomarte la palabra para la comida o el trago.
-No te apures, yo también me lo he pasado bárbaro, me ha dado mucho gusto platicar con vos aunque no hayas dicho mucho, la siguiente ocasión, me tocará conoceros más a fondo.
-Desde luego, mi nombre es…
-No hace falta saberlo, es más no quiero saberlo. Es mejor seguir siendo dos extraños mientras tanto, ya llegará el momento donde podamos conocernos el uno al otro sin que importen los nombres aún sabiéndolos.-dijo él de pronto interrumpiéndola.
-Bueno, si así lo prefieres, por mí está bien. Así no hay compromisos, ni cita programada, ni falsos aparentes. Podemos vernos cuando queramos por el simple hecho de desearlo, así es mejor.

Y dando la vuelta, así de repente y sin despedirse, ambos se alejaron sin saber si volverían a verse, pero sintiéndose menos solos que esa misma mañana en que se habían realmente conocido, aún sin saber sus nombres.

Mientras ella caminaba, después de atravesar una avenida, escuchó unos gritos y vio como la gente miraba hacia sus espaldas, volteó de repente y lo vió desvanecerse en el aire.

-¡Oye, oye! Que has dejado tu guant…-Era el chico que iba tras ella el que gritaba, mientras por apresurarse sin darse cuenta entró en la avenida y un auto le golpeó a tal velocidad que lo hizo volar como si lo jalaran con un cable por la cintura.

Cayó varios metros más adelante del impacto, y la gente se arremolinó en derredor suyo, impidiendo el paso a la chica que corriendo se acercó al entrar en razón de lo ocurrido. El tránsito se colapsó por la muchedumbre que había surgido de la nada y ahora se lamentaba alrededor del joven caído, entre el morbo y la lástima, la sangre y el silencio que ahora precedía la aparatosa caída y el escandaloso rechinar de llantas de los automóviles que circulaban en ese momento.

Por fin pudo pasar la chica abriéndose paso entre el gentío, y al acercarse al cuerpo tendido vio al joven con el guante aún en la mano y rompió en llanto sintiéndose culpable, mientras empezaban los murmullos entre la gente.

-Pobre chico, ha salido volando.
-Sí, mírenlo. Se ve tan joven…
-Pobre, insensato, mira que cruzarse así la calle…
-Debía estar loco, iba corriendo a toda prisa gritando algo, yo le vi desde la otra acera.
-Háganse a un lado, no empujen. Dejen espacio a que respire.
-Llamen a una ambulancia, acaso se pueda hacer algo.
-Alguien use su móvil, el mío no tiene saldo…
-Pero si esté más muerto que una piedra, miren su cráneo destrozado…
-¿Alguno le conoce? Revísenlo a ver si trae credenciales.

-¡No le toquen!, ¡Aléjense malditos buitres! –Gritó la chica mirándoles con odio e impotencia, y arrodillándose ante el cuerpo desfallecido, le tomó la cabeza entre sus brazos y le besó tiernamente la frente manchándose el rostro con su sangre.

-Tonto, yo no traía guantes...-Dijo la chica en voz baja mientras tomaba su mano aún caliente.

Y ahí se quedó la chica junto al cuerpo sin vida, mientras uno a uno los curiosos se iban alejando, resignados, habiendo saciado su sed de morbo por aquel día, mientras a lo lejos se escuchaba el lamento de las sirenas.

Una pareja de chicos dio la vuelta y siguieron de nuevo su camino.

-Oye ¿Viste, viste su cara?
-No, estaba tan impactado que no vi detalles, ¿qué paso? Dime.
-Pues nada… Que el muerto estaba sonriendo… Y creo que traía un guante como el tuyo en la mano.


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por: Lic. en G. Thot Kinji @ 20:54



Quería olvidarte y sin quererlo te invoqué.


Quería olvidarte, debo reconocerlo por vez última, en que hasta rompo la promesa de no escribirte nada de nuevo… (Sin embargo como este día bisiesto se repite cada cuatro años aquí me tienes)

Deseaba, con una necia necesidad olvidarte tan pronto amaneciera, fue por eso que te llamé. No resistí las ganas de poseerte de nuevo, de arrancarte a tirones la ropa cuando volaran uno a uno cada botón de tu camisa, o escuchar el excitante crujir de los hilos tensados de tus bragas hechas jirones cediéndome el paso. Quería sentir tus nalgas sobre mis piernas en ese ajetreo de no dejarte descansar, tus senos apuntando hacia mí, rojos de las mordidas que te dieran tanto placer, de agarrarte del cabello y tirar de él para que no me besaras, para que suplicaras de nuevo que me necesitabas, que te urgía sentir mi miembro haciéndote gozar como antaño, en que hasta mis manos te hacían llegar a esa humedad que me hacía sentir orgulloso de mi mismo, mientras alguno de mis trofeos esperaba aún tirado y deshilachado en el piso.

Había yo borrado de mi móvil tu número telefónico y no pude llamarte como deseaba, para decirte que vinieras prontamente, porque intenté llamarte, pero no me aprendí el número, como me pasa desde que uso el maldito móvil, pero me consumía el deseo, quería verte de nuevo y convencerte sin mucho esfuerzo de que tú también querías que ocurriera, que me dijeras cuanto me habías estado extrañando tú sola en casa y sabías como habría de terminar todo esto, pero que aún y a sabiendas de todo esto, habrías acudido a mi llamado, porque tú también necesitabas urgentemente olvidarme, para seguir adelante cada uno con sus vidas.

Era demasiado noche para llamarte a tu casa y yo estaba como de costumbre, pasando una noche de insomnio demasiado lejos de tu alcance. Sentí calor y rabia por todo ello, como tantas veces al hacértelo sentí mientras te miraba el rostro congestionado de placer, en que mencionaras mi nombre pidiéndome te dijera más cosas que te ayudasen a llegar al éxtasis y al orgasmo que tantas noches te había sido esquivo hasta que me conociste. Empezaron a calentarse mis orejas, me revolvía en la cama acalorado y frustrado, mientras nadie me veía retorcerme de las ganas que tuve aquella noche de lejanía y deseo acumulados.

Decidí conectarme al Messenger a ver si te encontraba haciendo alguna tarea o algo, quería decirte que necesitaba verte, oler ese perfume inconfundible y arañarte la espalda prontamente o de lo contrario podría enloquecer, ahora y desde hace tanto en la penumbra de mi pent house medio vacío. Encendí el ordenador y aguardé no sé si pacientemente… Nada, por más que buscara si había alguna visita, un comentario, un leve indicio de que aún esperabas olvidarme a esa manera que sugiere marcos de puertas y olor a mantequilla, aves enjauladas y colchones sucios, manos adoloridas o algún otro fetiche de los que me encuentro a diario mientras arreglo mis cosas, y sale alguna prenda, algún recuerdo dormido de entre los traviches y muñecos de peluche que dejaste a tu paso.

Quería olvidarte y sin quererlo te invoqué, como si el secreto y la espera fueran ciertos. Llamaron a la puerta y bajé extrañado por la hora, desactivé la alarma y abrí la puerta, no supiste explicarme el cómo habías dado con la casa pero no insistí en preguntar, subimos a mi cuarto y es todo lo que recuerdo ahora que desperté, porque terminé recordando todo esto que ahora escribo, en el momento en que me doy cuenta de que sólo el tiempo me ayudará desgastando mis recuerdos aún con algo de brillo, a los que les viene cayendo polvo de hastío y debo reconocer que cada día extraño menos eso encuentros furtivos, pero no dejo de acordarme porque soy de esos seres que viven de sueños y recuerdos.


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por: Lic. en G. Thot Kinji @ 20:46